martes, 22 de febrero de 2011

LA PAZ ES EL CAMINO

Alber Einstein decía: “Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: La paz”.

La aspiración para conseguir la paz entre los pueblos ha sido uno de los ideales y utopías del hombre. Sin embargo, esta misma aspiración contrasta con la realidad mundial y con la misma memoria histórica de la existencia humana en nuestro diminuto planeta.



La paz no es solamente ausencia de guerra, sino que la verdadera paz se cimenta en la justicia y en la solidaridad. Desde este planteamiento ético, la desigualdad socio-económica entre las distintas partes del planeta y la división entre países desarrollados y países en vías de desarrollo son un atentado contra la misma existencia de la paz. ¡Cómo resuena las palabras de Cristo en esta época tan sellada de violencia: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9)!

La denuncia de la guerra como un "azote" que obstaculiza la estabilidad y el equilibrio cultural de los pueblos, es urgente en este tiempo nuestro. Esta denuncia conlleva al mismo tiempo la desautorización de la carrera de armamentos.


Afirmar que la auténtica paz debe ir unida a la justicia, no solamente personal o individual sino colectiva y planetaria, es atacar la “ley de la selva”, es decir, el dominio de los más fuertes o más adinerados en una sociedad dejando al margen y en desigualdad de oportunidades a los menos favorecidos.


La auténtica paz debe ir unida necesariamente a la solidaridad y a la preocupación por el bien de los demás, en especial de las grandes masas de pobres que se hallan dispersos por el planeta. ¡Y cómo bien decía Antoine de Saint-Exupery: “Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”.


¡Verdaderamente necesitamos reclamar una época donde la justicia sea la carta de presentación de los pueblos y la paz sea la credencial de las personas!
¡Verdaderamente necesitamos un amanecer donde la violencia sea silenciada y ocultada en la más oscura mazmorra!


Pienso que el mantenimiento de la paz y la solidaridad conlleva una colaboración económica con los países en vías de desarrollo, la necesidad de perpetuar la identidad y el patrimonio cultural de los pueblos, la denuncia cada vez más afianzada de la violación de los derechos humanos y una preocupación más decidida para educar a los humanos para defender la paz, la auténtica paz que aúna justicia, libertad y respeto hacia los demás, sobre todo a los que tienen opiniones distintas….¡Si, “No hay camino para la paz, la paz es el camino” (Mahatma Gandhi)!


Francisco Baena Calvo
Sacerdote, compañero y amigo

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